Santa Rita deja a uno pensando... sí, yo lo sé. Porque el sacrificio que hizo para salvar a sus hijos del pecado se puede considerar como... ¿irónico? ¿contradictorio? No sé... a principio como que no cuadra. Pero luego de internalizarlo, comprendí que Santa Rita fue tan valiente como Abraham. En serio... valiente como los padres de la Iglesia fue ella. Dentro de su ternura y bondad, claro.
El contraste entre su vida llena de tumultos familiares y su ternura es increíble...
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¿Y cuál es ese sacrificio que suena tan difícil de digerir? Primero te doy un trasfondo. Santa Rita vivió en el siglo 14. ¿Recuerdas a Romeo y Julieta? Esos problemas familiares al estilo de los cuentos de Romeo y Julieta no son ficción. Eso era común en la época. Había un círculo vicioso de familias que tenían riñas... y las resolvían asesinándose entre sí. Eso realmente no resolvía nada, sino que traía un nunca acabar de venganza tras venganza. Y aquí es que comienza nuestro relato...
Santa Rita, que fue casada por sus padres a un hombre que estuvo envuelto en las riñas entre las familias de los güelfos y los gibelinos, sin querer cayó en uno de esos líos. Pero su insistencia paciente y bondadosa logró que su esposo se convirtiera, dejara las riñas y abogara por la paz. Lamentablemente en ese intento, él fue traicionado y asesinado.
Ahora viene la ironía. Los hijos de Santa Rita, envenenados por la rabia y por la influencia de varios familiares, comenzaron a planificar la venganza. El círculo vicioso de nuevo. Pero Santa Rita se enteró. Y se puso en oración. Pero fue lo que puso en oración lo que de momento cae raro. Ella le rogó a Dios que sus hijos recapacitaran y no cometieran un asesinato. Y si eran infructuosos sus intentos, ella prefería que murieran antes de caer en un pecado mortal. Los 2 hijos entonces enfermaron. En su lecho de muerte, ambos hijos perdonaron a los asesinos, y luego murieron.
Espera, espera... ¿qué? ¿Pero cómo una madre va a pedir algo así para sus hijos? Es claro que la muerte es lo menos que ella quería para ellos. Para entender a Santa Rita, uno tiene que hacerse esta pregunta: ¿cuál es la muerte verdadera? ¿La terrenal o la del pecado? Vamos a ponernos en sus zapatos. ¿Te imaginas tener tu corazón en pedazos porque puede que no vuelvas a tener a tus hijos a tu lado, pero a la vez pensar que ese sacrificio les va a traer gloria en la eternidad? Me recuerda a un Abraham emocionalmente en trizas cuando Isaac estaba en el altar del sacrificio. ¿Ahora entiendes porqué suena irónico? No sé si yo tendría la valentía de pedir algo así. Pero esto nos recuerda que tenemos el deber de guiar a nuestros hijos a Dios y de seguir su voluntad. Santa Rita puso en una balanza sus opciones. Decidió por la gloria eterna sobre la terrenal para sus hijos. Fuerte, ¿verdad? Si te vieras en una situación así... ¿qué harías?
Bueno, lo único que uno puede hacer en el presente es educar a los hijos sanamente para que ellos mismos sepan alejarse del odio y la maldad. Y orar...
Y aunque perdió sus hijos, seguramente ellos ganaron el cielo... y muy probablemente estaban rogando por ella desde allá. Porque luego Dios colmó a Santa Rita de enormes gracias. Le dio el estigma de su corona de espinas. Le concedió hasta sus peticiones más imposibles (¿recuerdas la rosa que era imposible conseguir en el invierno?)... y sigue concediéndolas para los que piden a Dios con su intercesión. Es por eso que Santa Rita es parte del Salón de la Fama de los Patronos de las Causas Desesperadas.