“El que calla otorga”, dice un famoso refrán. Pero… ¿será cierto? Bueno, no en todos los casos. Ese famoso refrán lo rompió hace siglos San Gerardo, Santo Patrono de las Mujeres Embarazadas, con su manera única de manejar la injusticia. ¿Y cómo así? Pues te cuento…
Sucede que San Gerardo ayudaba a hombres y mujeres interesados en seguir a Dios a entrar en la vida religiosa. Una de esas mujeres, Neria Caggiano, quiso entrar a la vida del convento… pero no le gustó, y se salió a las 3 semanas. Cuando regresó a su casa y fue cuestionada por haber abandonado el convento, ella sintió la presión social de salvar su reputación… a cuesta de tirar la reputación de otros por la borda.
La malvada Neria, para quedar como la buena, comenzó a regar falsos rumores diciendo que la vida en el convento era horrible. Pero el pueblo no le creyó. Ante la desesperación de quedar mal ante su familia, vecinos y amigos, entonces intentó regar una mentira más: que San Gerardo era el padre del niño que estaba por nacer de una joven a la que ayudaban en el convento.
Neria fue tan atrevida, que escribió una carta al superior de San Gerardo, San Alfonso, propagando esta mentira para que castigaran al pobre joven. Cuando San Alfonso fue a preguntarle a San Gerardo, él guardó silencio. Como siempre hacía para ofrecer su sufrimiento por las almas. San Gerardo fue castigado preventivamente, lo que él acogió con obediencia.
Entonces Neria se enfermó gravemente. La enfermedad hizo a Neria pensar y recapacitar. Y así, Neria volvió a escribirle a San Alfonso… esta vez admitiendo que sus acusaciones eran meras calumnias fabricadas, y que se arrepentía de todo el daño que le había hecho al pobre San Gerardo, que pudo haberse defendido… pero acudió al silencio para que Dios mismo se encargara de hacerla caer en cuenta del error que había cometido.
De ahí… los milagros comenzaron a brotar de San Gerardo. ¡Hasta por medio de su pañuelo! Meses antes de morir, San Gerardo visitó a una familia. Y antes de salir, dejó caer su pañuelo al piso. Cuando la niña de la familia lo recogió para devolvérselo, San Gerardo le respondió: “Quédatelo. Lo necesitarás algún día.” Años después la niña, ya una mujer, estaba a punto de morir durante el parto. Entonces recordó las palabras de su querido San Gerardo, y pidió que le trajeran el pañuelo. Al agarrar el pañuelo, casi de inmediato el dolor desapareció, y su bebé nació sin problemas. En un tiempo donde, de cada 3 embarazos, uno solo terminaba siendo exitoso, la noticia corrió como pólvora. Y eso comenzó un manantial de hermosos milagros que lo convirtieron en el “Santo de los Partos Felices”.
San Gerardo se ha convertido en ejemplo de cómo Dios actúa a través de nuestro silencio. De cómo Dios no nos deja desamparados cuando le dejamos todo en sus manos. ¿Tendremos la paciencia de mantenernos callados ante las injusticias como San Gerardo? Quizás no. Y quizás no nos toca. Todos venimos con una misión distinta. Y quizás la nuestra sea todo lo contrario. Quizás la nuestra sea de alzar la voz en contra de las persecuciones contra la Fe (como por ejemplo, las Santas Felicidad y Perpetua). Todos tenemos un camino distinto hacia la Santidad. Lo importante es que todos los caminos conduzcan hacia la misma meta: LA GLORIA DE DIOS.
📸: Collar Medallero de San Gerardo y la Virgen del Perpetuo Socorro: https://bit.ly/2FBzg7Z