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Por: Padre Alberto Ignacio González

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IV Domingo de Pascua: Hch 4, 8-12; Sal 117; 1 Jn 3, 1-2; Jn 10, 11-18.

Es interesante observar cómo atienden en un restaurante de comida rápida. El trato es impersonal y a veces ni te miran a la cara. El cajero o cajera actúa de una manera mecanizada, siguiendo el manual de procedimientos de la empresa. El empleado no tiene ningún tipo de motivación, gana el salario mínimo federal y, después que pueda pagar sus deudas y satisfacer sus necesidades, el resto importa poco. Incluso, en ocasiones ni muestra interés en que la compañía progrese.

Esta descripción y ejemplo es la de un “asalariado”. Jesús hoy se está dirigiendo a sus discípulos y les está explicando la diferencia entre un “asalariado” y el “buen pastor”. Sobre el asalariado nos dice que es aquel que cuando ve al lobo venir deja a las ovejas solas y el lobo hace estragos y las dispersa. Por tanto, es aquel que no tiene interés por las ovejas, sino que protege sus propios intereses y lo que va a generar en su beneficio a costa de las ovejas.

Por su parte, el buen pastor es aquel que conoce a sus ovejas y las llama a cada una por su nombre. Como las conoce, entabla una relación directa con ellas y las ama tanto que hasta da la vida por ellas. Él va más allá, y hasta se preocupa por aquellas ovejas que no son suyas, con la intención de que lo sean. El buen pastor es aquel que construye puentes y mantiene al rebaño unido. Su rebaño es su misión de vida hasta el día de su muerte.

Los apóstoles hoy se encuentran ante un reto con las autoridades judías para justificar la sanación de un paralítico. Ellos garantizan que fue por el propio Cristo Resucitado que el paralítico fue sanado y es en el resucitado que vemos la fuente de la transformación espiritual en nuestras vidas. Juan, por otro lado, en la Primera Carta, garantiza que el amor de Dios nos transforma en sus hijos. Es evidente que esto fluye desde el misterio de la Pascua.

Hoy celebramos el Cuarto Domingo de Pascua, conocido como el Domingo del Buen Pastor. Las lecturas de hoy nos hablan sobre el amor de Dios que nos salva, y ese amor se refleja en la imagen del Buen Pastor. Jamás olvidemos esa popular frase del Papa Francisco, nuestro sumo pontífice: “Pastor con olor a oveja”. A fin de cuentas la palabra pontífice viene del griego “pontifex” y significa “constructor de puentes”. La misión de la Iglesia es crear las condiciones para construir puentes y que las ovejas los crucen.

Pensemos un momento en las empresas exitosas. Estas tienen empleados exitosos y eficientes, que hacen de ella parte de su identidad y misión de vida. Esto crea un ambiente laboral saludable basado en la motivación. La Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, está llamada a ser esa constructora de puentes, no para que la Iglesia se reconcilie con el mundo, sino para que el mundo se reconcilie con Dios. El mundo se reconcilia con Dios solo si personificamos al Buen Pastor, aquel que da la vida por sus ovejas.

 

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